Una reciente investigación sugiere que la oxitocina podría mediar los lazos afectivos que mantienen la monogamia en humanos, pero es contraproducente interpretar que esta sustancia puede actuar como píldora contra la infidelidad.
Dolores lleva 32 años felizmente casada cuando un día su marido comienza a comportarse de forma extraña. Frecuentemente se ausenta a mitad de tarde para hacer llamadas telefónicas, se retrasa más de lo normal al volver del trabajo, y ahora huele a un perfume diferente. Sus sospechas se confirman cuando un día, mientras su marido se ducha, espía el buzón de entrada de su móvil y descubre un mensaje de otra mujer: “no puedo aguantar más, así no, tienes que hacerlo”. Más abajo, el mensaje de su marido: “me lo pasé genial, te prometo que voy a dejar mi mujer, quiero estar contigo”. Temblando, Dolores deja el teléfono sobre la mesita y sale de casa, da un paseo, se airea, se tranquiliza. Deja pasar los días sin decirle nada a su todavía esposo. Lo mira con tristeza, todavía lo quiere. Al día siguiente, mientras desayuna encuentra en el periódico un anuncio sobre una extraña píldora que, asegura la publicidad, aumenta la fidelidad de los hombres hacia sus esposas. “El antídoto a la infidelidad”, aparece junto al nombre comercial. Desesperada, descuelga el teléfono y ordena una caja de esas pastillas.
Quizás esto pueda ocurrir en un futuro no muy lejano. Sin ir mas lejos, un artículo publicado la semana pasada en la revista The Journal of Neuroscience podría haber encontrado los orígenes de esa sustancia milagrosa.
Evidentemente, la historia anterior es una exageración, pero tiene un aire parecido a la manera en que algunas veces se reseñan en la prensa convencional las investigaciones sobre los mecanismos que subyacen al comportamiento.
¿Poniendo a prueba la infidelidad?
En realidad, el experimento que hicieron en este reciente estudio fue muy sencillo. Fue un ensayo aleatorizado con control de placebo (es decir, se analizó el efecto de un tratamiento comparado con una sustancia inactiva o placebo). Yendo al grano, a un grupo de varones heterosexuales, incluyendo solteros y emparejados en una relación estable, se les administró oxitocina mediante un spray nasal. A continuación se les colocó en una sala donde se encontraba una mujer desconocida, presumiblemente atractiva, y se analizó el comportamiento del varón. Los resultados mostraron que, cuando los varones recibieron una dosis de oxitocina, los emparejados se mantuvieron más lejos de la mujer que los solteros. Pero cuando recibieron un placebo, la distancia que mantuvieron solteros y emparejados hacia una mujer que acababan de conocer fue similar. La oxitocina no cambiaba la actitud (así lo dice textualmente el artículo) de los varones hacia la mujer: los distintos grupos encontraron a la mujer igualmente atractiva, independientemente de que hubieran recibido placebo, oxitocina, fueran solteros o emparejados. Además, la dosis de oxitocina no afectaba la distancia cuando en la sala se encontraba un varón en lugar de una mujer.
Estudios anteriores en animales ya había encontrado algo similar (los más llamativos, quizás, unos experimentos en los que la inyección de oxitocina directamente en el cerebro de una especie de ratón silvestre hacía que formaran lazos estables cuando su estilo reproductivo natural no es monógamo sino promiscuo). Y ahora, por vez primera, se encontraba en humanos. Ciertamente, estos hallazgos sugieren que los mecanismos que mantienen los lazos monógamos podrían estar conservados en la evolución desde ratones a humanos, así lo manifiesta un experto independiente en la nota de prensa que la sociedad americana de neurociencia emitió sobre este estudio en humanos.
“Cuando se estimula la liberación de oxitocina en una relación monógama, esta hormona puede contribuir a mantener la relación inhibiendo en los varones el interés romántico hacia otras mujeres a través del acercamiento en encuentros sociales”, concluyen los autores del estudio. Efectivamente, los niveles sanguíneos de oxitocina, una hormona producida en los núcleos supaoptico y paraventricular del hipotálamo, se disparan (tanto en hombres como en mujeres) durante las relaciones sexuales y especialmente en el orgasmo. Podría entonces parecer natural (si es que no lo es ya) que las mujeres emplearan este recurso para evitar posibles flirteos de sus maridos. Los autores del estudio anticipan este razonamiento y advierten que para que este efecto surja, la oxitocina debe liberarse en el esposo justo antes del contexto en el que pueden encontrarse con otras mujeres. Un experto independiente (Larry Young, profesor de psiquiatría en la Emory University, Georgia, EEUU) coincide en este punto: “las mujeres podrían aumentar la fidelidad de sus parejas estimulando la liberación de oxitocina, lo cual ocurre mediante la proximidad física con la pareja y también en las relaciones intimas”, afirma. En otra entrevista, el director del estudio (Rene Hurlemann, psiquiatra en la Universidad de Bonn, Alemania) se rió cuando le preguntaron si la oxitocina podría ayudar a que los hombres mujeriegos resistieran la tentacion, y puso en duda el que alguna droga pudiera ser tan potente.
Con sólo marcar las distancias…
¿Por qué soltaría una carcajada el director del estudio ante esa pregunta? Le pudo parecer una pregunta exagerada, quizá porque tenía muy claro cuales eran las limitaciones de su propio estudio. También es normal, si no se explican claramente esas limitaciones, que un público no experto interprete de esta forma los trabajos de investigación. Es verdad que las publicaciones científicas suelen ser complicadas, de lectura difícil. Resulta arduo no ya hacerse una idea sobre qué trata la investigación, sino también sobre las implicaciones que puede tener (algo a veces lejano y sutil). Por ello, no es mal consejo analizar en detalle y atenerse a lo que exactamente la investigación ha realizado. En este estudio, encuentran que la oxitocina aumenta la distancia que los hombres en pareja mantienen cuando encuentran mujeres desconocidas atractivas. ¿Podemos pensar entonces que la oxitocina puede ser el antídoto a la infidelidad? Pensemos un poco. ¿Realmente una mayor distancia es suficiente para evitar una relación extra-matrimonial? Por desgracia, exactamente eso no lo han analizado en el estudio (lo puedo entender, imagínese el diseño experimental: podría ser algo parecido a el Gran Hermano). Hay que tener también en cuenta la magnitud del efecto observado: los varones emparejados se mantenían sólo 10-15 cm más alejados de la mujer que los solteros. Nada dramático. Por supuesto, el quid de la cuestión es si la oxitocina modifica en el varón emparejado el deseo que pueda experimentar hacia una mujer desconocida. De hecho, tanto emparejados como solteros encontraron a la mujer igualmente atractiva. En definitiva son 10-15 cm más lejos de la mujer, es poco aunque algo es algo, tal vez sea así. El estudio lo sugiere pero queda lejos de demostrarlo.
¿Entonces que demonios significa este estudio? ¿Llegaremos o no a tener algún día la píldora de la fidelidad? Simplemente es demasiado temprano para poder responder a esa pregunta. Es temprano porque es un estudio relativamente pequeño (la muestra era de 57 individuos) y es posible que este supuesto efecto anti-infidelidad, en caso de que se produzca, no tenga lugar en todas las personas o situaciones. Precisamente, ya sabemos por estudios anteriores que han caracterizado el papel de esta misma hormona en otras funciones conductuales, que la oxitocina actúa de una forma peculiar promoviendo efectos totalmente opuestos según el contexto.
El lado oscuro de la milagrosa hormona llamada oxitocina
Ciertamente, la oxitocina es una hormona polifacética. Fue inicialmente descubierta por facilitar el parto, también esta implicada en la lactancia y promueve y refuerza los vínculos entre padres e hijos. Además, estimula la confianza entre individuos. En un famoso estudio, se les pidió a los participantes que invirtieran dinero en el proyecto de un desconocido, y resultó que dieron un 17% más a aquéllos que habían sido rociados con oxitocina que a los rociados con un análogo neutro. Pronto estos hallazgos se hicieron eco en la prensa y la oxitocina fue acuñada como la “Hormona de los abrazos”. Sin embargo, otros estudios desvirtúan esta visión tan color de rosa. Algunos científicos han encontrado que la oxitocina promueve envidia y hasta alegria por el mal ajeno, así como favoritismo hacia el propio grupo y etnocentrismo. En otro estudio, los voluntarios que jugaban a un juego con gente conocida eran propensos a ser mas cooperativos tras recibir oxitocina, mientras que los participantes que jugaban con extraños anónimos experimentaban el efecto contrario y se hacían menos cooperativos. Aun hay más ejemplos de efectos inesperadamente desagradables que esta hormona produce cuando se administra de forma exógena. Las personas socialmente seguras recuerdan a sus madres de una manera mas positiva después de inhalar oxitocina, mientras que las personas ansiosas tienden a recordarlas como menos cuidadosas y mas distantes. También, la oxitocina dificulta la confianza y cooperacion en personas con trastorno límite de personalidad (uno de los trastornos psicológicos más comunes).
Así pues, los efectos de la oxitocina en aspectos importantes del comportamiento en las interacciones sociales depende del contexto y condición personal. ¿Estamos entonces seguros de que no ocurrirá algo similar con su efecto pro-fidelidad? Imagínese entonces a Dolores, la señora del primer párrafo, después de recibir su encargo de píldora milagrosa, arreglándoselas para que su marido la tome sin darse cuenta y encontrando que horas más tarde éste sale de casa y ya nunca más vuelve.
Oxitocina: molécula de masas
En realidad esta variedad de efectos siempre han estado ahí incluso en los mismos artículos de investigación sobre los que se basaron aquellos que bautizaron a la oxitocina como “hormona de los abrazos”, “hormona del amor”, “hormona moral” u otros. Son precisamente estos términos simplistas lo que sería deseable evitar para no confundir al público. A veces, alimentados quizá por una falta de prudencia de los investigadores al comentar sus propios trabajos, el tratamiento periodístico de los resultados en investigación es demasiado sensacionalista o lleva demasiado lejos las interpretaciones. Esto ocurre especialmente en EEUU donde también muestran mayor interés hacia estos temas (a juzgar por el volumen de notas de prensa al respecto). Aqui, por ejemplo, bajo el titular “Una hormona puede ayudar a proteger las relaciones monógamas”, plantean si la píldora con oxitocina hubiera podido salvarle el cargo al general David H. Petraeous (quien hace apenas un par de semanas renunció a su puesto como director de la CIA por un escándalo surgido a raíz de una aventura que mantenía con su biógrafa).
En España, la cobertura periodística de las investigaciones sobre las funciones que realiza la oxitocina en el comportamiento es quizá más rigurosa. Ejemplos interesantes son esta reseña sobre un estudio describiendo el papel pro-social de la oxitocina, o este artículo sobre el efecto de la oxitocina como reforzador del vínculo en parejas que oportunamente señala la variedad de efectos que tiene la hormona. Éste otro habla sobre la oxitocina y una hormona parecida, la vasopresina. Un ejemplo menos prudente, aquí, describe un estudio que había descubierto el papel de la oxitocina en el reconocimiento social, y apunta su posible aplicación al autismo pero olvida mencionar las limitaciones o los posibles efectos adversos (luego se explicará el peligro). Aquí, algún doctor llega a recomendar la oxitocina para tratar el estrés y disfunciones en el terreno sexual, y también menciona por qué la Agencia Española de Medicamentos no permite la venta de oxitocina en España (al parecer, en el resto de Europa y el mundo sí se vende; aquí y aquí, se pueden comprar “Líquidos de confianza” por unos 70€). Un último ejemplo elucubra sobre un riesgo potencial que podría derivarse de una utilización despiadada de la oxitocina explotando su efecto estimulador de confianza: ¿y si los partidos políticos regaran con oxitocina en sus mítines? ¿Obtendrían más votos?
Algunos investigadores también participan en la magnanimidad mediática y contribuyen en ocasiones a propagar un mensaje demasiado simplista de los descubrimientos en investigación. Un ejemplo es Paul Zak, cofundador del Centro de Estudios Neuroeconomicos de la Claremont Graduate University. Zak se autodenomina como Doctor Amor y lleva años publicando libros defendiendo los efectos benéficos de la oxitocina, a la que llega a calificar como la molécula responsable de nuestra conducta moral. Otros investigadores que han revisado sus argumentos científicos piensan que Zak es demasiado entusiasta. En otros sitios son más contundentes. Aquí lo critican por lanzar mensajes fáciles que la gente desea escuchar, creando falsas expectativas que no siempre se cumplen, amen de convertir la ciencia (inherentemente difícil, controvertida, frustrante) en una fábula para niños.
Un optimismo imprudente con la oxitocina
Sea cual sea el origen de estas visiones hipersimplistas, lo cierto es que pueden tener consecuencias indeseables. El problema es que hay gente desesperada que no puede interpretar con cautela estos mensajes esperanzadores, y resulta comprensible cuando son padres de niños que padecen enfermedades como el autismo, depresión u otras condiciones que implican graves desordenes en el comportamiento social. Debido a algunos de los efectos pro-sociales de la oxitocina, se están realizando ensayos clínicos para evaluar el efecto de la hormona en estos pacientes. Son todavía estudios en progreso cuyos resultados se desconocen, pero ya hay padres de niños con estas enfermedades, dice Sue Carter (experta Neurobióloga pionera en el estudio de la oxitocina en animales), que se acercan a esta investigadora y otros científicos para comentarles que han comprado oxitocina para tratar a sus niños. “Y todavía no hay ningún estudio publicado sobre el efecto de la oxitocina en niños, y no tenemos idea de las consecuencias a largo plazo”, añade.
En resumen, en muchos sentidos la oxitocina es un ejemplo claro de lo que ocurre cuando el entusiasmo, la charlatanería y el optimismo se anteponen a la evidencia y la experimentación cuidadosa. La verdadera moraleja sobre la “molécula moral” puede ser que las ideas pulcramente empaquetadas son probablemente solo fragmentos.
Pingback: Cuando la mona la pintan de seda, ¿mona se queda? Cómo la #neurociencia es contada en la prensa « Neurociencia y Sociedad()
Pingback: Héroes contra la narrativa oficial - EL ASOMBRARIO & Co. : EL ASOMBRARIO & Co.()