Un recorrido visual por el sistema nervioso, su desarrollo embrionario y sus enfermedades.
Fue hace más de 10 años que encontré una pared con un grafiti donde aparecía el protagonista de El Principito, de pie en su pequeño planeta, y una frase: “la belleza es tu cabeza“. Podía ser Madrid en el año 2003 o 2004. No intuí entonces que años más tarde descubriría cuán cierta esa frase podía ser. En el interior de la cabeza, en los confines del cerebro, se esconde un paisaje asombrosamente hermoso.
Hermoso a los ojos, y por ello atractivo y cautivador para tantos neurocientíficos que han caído embrujados con su encanto, muchos incansables en su búsqueda de observarlo en su más ínfimo detalle inventando formas, técnicas y mecanismos inexistentes para satisfacer esa curiosidad. En la historia de la ciencia, los grandes saltos conceptuales vienen a menudo de la mano de avances tecnológicos que permiten ver lo que antes era invisible. Es muy difícil estudiar lo que no se puede ver y, por eso, uno de los avances más importantes en la historia de la Neurociencia es el microscopio. Esta fue mi respuesta a la pregunta planteada en el segundo Carnaval de Neurociencias, que pueden leer en la entrada “La belleza interior del cerebro” (Blog de la Sociedad Española de Neurociencia).